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Empatía en el emprendimiento

Me gustaría mucho pensar que luego de esta situación, los empresarios estaremos más dispuestos a brindar ayuda sectores vulnerables. Que cada individuo asumirá una responsabilidad por sus acciones en el aspecto personal, medioambiental y social. Que la política cambiará para ser más equitativa y justa, y brindará mejores oportunidades a la ciudadanía para que se empoderen y dependan menos de ayudas económicas del Estado...


Soñar no cuesta nada, y si hay algo que he aprendido durante estos días, es que la pasividad sólo permite que unos pocos tomen decisiones por muchos, sin tenerlos en cuenta.


Toda nuestra historia hemos buscado justicia, equidad, igualdad, pero esos términos significan cosas tan distintas en la cabeza de cada uno, que uno peca, al pensar en un término, como una definición propia y absoluta.






Cuando se van a tomar decisiones, particulares o generales, quienes las toman son seres humanos que si bien gozan de habilidades o capacidades que los pusieron en un lugar de liderazgo, también sufren de defectos que como todo ser humano, permean en las decisiones que toma, y que pocas veces toma en cuenta a los demás.


Qué difícil es ser empático! y no lo digo porque la mayoría seamos egoístas, egocentristas o automaniacos, sino porque abrirse a la posibilidad de pensar como otro ya es difícil, pero para muchos, comprender a esos otros es imposible.


Durante estos días, se discuten temas políticos, económicos, medioambientales, espirituales, conspirativos y hasta extraterrestres... pero la gran pregunta es: ¿A quién obedecerán las decisiones que se tomen en adelante y cuáles serán los caminos para ejecutar ese plan?


Cada uno es dueño de la verdad en momentos como este, en los que pocos se reúnen para debatir ideas y llegar a consensos; y son más los que encuentran razones para atacar, criticar y disentir.


Ojalá pronto podamos comprender que tenemos más razones para luchar juntos, que para dividirnos y buscar el beneficio propio.


Ojalá esta travesía nos permita darnos cuenta de que el propósito de nuestra vida no es adquirir, sino servir. “Hay más alegría en dar que en recibir” dice un evangelio, y es triste que no nos enseñen, nos formen y nos acostumbren a darnos cuenta de ello. Tanto se podría hacer si se dejara de pensar en amasar fortuna, y unir fuerzas para ayudar a los menos favorecidos. En regalar conocimiento, en brindar sin esperar, en no alterarse por los inconvenientes naturales de la vida y por las malas costumbres de muchas personas. Cuánto más feliz seríamos si desde la cuna, todos tuviéramos formaciones similares, en empatía, asertividad, valores y amor propio.


Vamos a hacerlo. Vamos a salir de todo esto. Solo espero que podamos reflexionar, por lo menos unos cuantos, en las oportunidades que las dificultades nos ofrecen; no sólo de ganar en tener, sino de ganar en Ser.

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